domingo, 9 de mayo de 2010

Encierro de Fernando Montenegro



Encierro (2009)

Director: Fernando Montenegro.

Duración: 70 m.

Pocas veces el cine peruano ha mostrado films originales o mejor aún, con una marca personal o de autor. Si revisamos nuestra tradición fílmica son escasas las películas con una marca de singularidad. De otro lado, desde mi punto de vista, las mejores películas peruanas que he visto (confieso que no he visto todas pero sí casi todas) en los últimos quince años son: Bajo la piel del inefable y diverso Francisco Lombardi y Días de Santiago de Josué Méndez (dejo de lado lo hecho por Claudia Llosa por estar a caballo entre la ficción y la mirada antropológica, aunque reconozco que posee un universo personal más que sugerente).

El personaje del profesor Castro de Tesis, de Amenábar, señalaba que había que “darle al espectador lo que quiere ver”, pero ¿es posible hacer un film de autor, enmarcado a su vez en el género del terror, con un bajo presupuesto y que sea a la vez verosímil? Este es el resultado del excelente film del llamado “nuevo cine peruano”: Encierro.

El cine de terror apela a una parafernalia visual de la que es imposible negar o dejar de lado. En Encierro se juega con lo no visto, pero a la vez con lo que el público quiere ver (y aquí entra la cita de Castro): la presencia fantasmática. El espectador no sale defraudado respecto de las apariciones. El cine de terror moderno no tiene como fin esencial asustar, sino que en sí mismo constituye una propuesta plástica y visual (lo importante no es qué aparece, pues lo sabemos de antemano, sino el cómo). El efecto de miedo, aunque importante, queda así relegado a un segundo plano.

Si bien Encierro, sería la primera película de terror en sentido estricto (dejamos de lado lo hecho en provincias por la sencilla razón que buscan un rédito económico y se insertan en un ámbito más regional y menos global, aunque de seguro mi opinión puede ser polémica), en un país como el nuestro, que carece de tradición en este género de cine fantástico (dejaré de lado nuevamente el análisis para el caso de la literatura), es imposible no establecer intertextualidades conscientes o inconscientes en el film: Evil dead de Sam Raimi, por la presencia de cuatro personajes instalados en un espacio cerrado y acechados por una presencia maligna, además del uso de la cámara en mano; Eraserhead de David Lynch, no solo por el uso del blanco y negro sino sobre todo por la atmósfera sonora que enrarece Encierro y provoca la opresión; El día de la bestia de Álex de la Iglesia, por el uso del mass media como medio narrativo y personaje figurante (lo mismo ocurre con Sangre eterna, excelente film de vampiros del chileno Jorge Olguín), en este caso, la radio; El bebe de Rosmery de Roman Polansky o incluso El proyecto de las brujas de Blair. En una escena el director realiza un homenaje al maestro Kubrick: uno de los personajes, frente a la irrupción del fantasma se “encierra” y elige la creencia religiosa a la ciencia (2001, odisea del espacio) leída también como pura ficción.

Como todo relato de terror moderno, Encierro esconde un discurso soterrado, en este caso de crítica hacia el propio sistema del arte. Fama y dinero serán los móviles que mueven al personaje de Dafne Méndez, escritora de una novela de terror que busca fotografiar a un fantasma “real” para la portada de su libro y así obtener atención mediática. Finalmente no importa la obra en sí, sino lo que está alrededor, cómo se construye, como se “vende” el producto. En sentido inverso, el propio film niega estos propósitos, ya que no apela a fórmulas manidas del circuito comercial limeño, sino que hay una propuesta visual particular. Es, en sentido estricto un film independiente de bajo presupuesto pero de gran originalidad.

El “encierro” del que se habla en el film no es entonces solo físico (un cuerpo/alma encerrado en una casa/receptáculo, por su apego al mundo), sino que sobre todo, metafóricamente, el “encierro” va más allá de lo físico: el “encierro” es también una visión de mundo o una idea que gobierna y orienta al cuerpo en este mundo (como el personaje de Dafne cuyo objeto de deseo es obtener fama y dinero).

Sobre la música incidental, el género del “blues”, rompe en algo las convenciones del cine de terror, que utiliza sobre todo fondos musicales más ligados al heavy metal, trash o música gótica (dixit: Sangre eterna de Olguín); aunque algo de hard rock ha insertado ya Carpenter en sus films, sobre todo en Vampiros o en una de las obra maestras del horror: En la boca del miedo; en otra línea extrema podríamos poner el “mambo” que utiliza magistralmente Jodorowsky en Santa Sangre, para la escena de terror.

Si bien no hay referencias explícitas al Perú, es reconocible el paisaje urbano y sobre todo las marcas de habla de los personajes que anclan en nuestro contexto, palabras que solo podrían ser dichas y entendidas acá; e incluso la escena de los dos amigos bebiendo corrobora lo señalado por Ricardo Bedoya, quien dentro de su catálogo de su catálogo de escenas en el cine nacional peruano, incluye esa imagen. Si algo tienen en común los personajes es el fumar. Fumar se convierte así en un acto no solo de lento auto-desgaste del cuerpo, de rito de adultez, sino además de vigilancia y de conciencia de la realidad. Llama la atención la presencia del cuerpo femenino, en su intimidad, que aparece para la mirada del espectador.

La película es casi perfecta, de no ser por la intención de cerrar totalmente el relato, pues al hacerlo, se desliza un cierto conservadurismo en donde el bien siempre triunfa y la sanción a quien(es) transgrede(n) la norma queda fijada. Salvo esta situación, el film es más que memorable.

Elton Honores

Universidad San Ignacio de Loyola