sábado, 9 de abril de 2011

José B. Adolph (1933-2008): el eterno rebelde (a propósito de su última novela La bandera en alto)



José B. Adolph (1933-2008): el eterno rebelde
(a propósito de su última novela La bandera en alto)*

Elton Honores
Universidad San Ignacio de Loyola



“(...)yo creo que al final de toda luz
hay un túnel” JBA. (Soria, 2003:45)


Agnóstico, pero no ateo, pesimista profesional, feminista, humorista del absurdo del mundo, autoagresivo y autodestructivo; admirador de Howard Phillips Lovecraft y de Stephen King, como de Wilde y de Corín Tellado, entre muchos otros, marxista rebelde en su juventud, admirador de la inseguridad como signo de inteligencia, hombre desordenado pero lúcido, amante de la ciencia ficción y el horror; competente e insólito traductor de discursos ajenos, demócrata radical, socializante sin-vergüenza, cínico, canalla, judío que escribe, ciudadano del mundo, peruano que aspira a dejar de serlo, internacionalista, desarraigado del universo, inconformista, hiperbólico, liberal, escéptico, y varios etcéteras más, José B. Adolph (Stuttgart, 1933-Lima, 2008), y su obra, resulta inclasificable, convirtiéndose así, en una verdadera rara avis de la literatura peruana.

Como señalaba Mirko Lauer, allá por el lejano 1974: “Adolph se atreve a frisar la ciencia ficción en un país que ni siquiera fabrica aún sus propios automóviles. Se enfrenta a los aspectos carnales del amor en un medio donde todavía sexo es trauma (...)” (4).

Con estos antecedentes no resulta extraño que su literatura haya sido mal comprendida. Sin embargo creemos que solo el tiempo, se encargará de otorgarle el verdadero valor de su obra completa, mucha de ella, hoy dispersa en prensa.
La bandera en alto (2009) (en adelante: LBA), es la novela póstuma del autor, subtitulada como “novela política”. Adolph anota que su intención era la de “llevar al absurdo y combinar diversas tiranías, filosofías y odios que asolan a la humanidad”.

LBA narra la historia de Esteban Lorenti, personaje central de la novela, líder político del ficticio “Movimiento de Salvación Social Nacional”, que llegará el poder en 1983 y derrocado varios años después en la ciudad/ país nominada como “Candiles”, ciudad inexistente e imaginada como el propio “Macondo”. LBA se inserta en una larga tradición de novelas sobre las dictaduras en América Latina.

La construcción de la novela tiene una pretensión de historicidad, pues al testimonio directo (autobiografía apócrifa o testimonio falso), narrado en primera persona, se agregan entrevistas, recortes periodísticos y poemas; además del juego borgeano expresado en la “vida apócrifa”, o inventada de Lorenti. Todo ello no busca sino crear y mantener su verosimiltud como texto veraz en el lector; siendo presentado el testimonio de Lorenti, como póstumo, por la Academia Nacional de Historia de Candiles (cualquier parecido con esta realidad es mera coincidencia y humor negro desde el más allá, si es que hay un más allá).

LBA se inserta dentro de los código del realismo. Narra la infancia, adolescencia, adultez, llegada al poder y caída del dictador Esteban Lorenti, aderezado de ciertos pasajes eróticos (debido al desinterés actual por la lectura del ensayo, tiempos posmodernos que le dicen) con clara influencia del norteamericano Henry Miller. El personaje de Lorenti se va construyendo así, como héroe de su propia narración.
La novela tiene dos niveles: uno personal, psicológico, que explora el mundo interno del “dictador” Lorenti ( y sus amores: su madre e Isabel, ambas mujeres puras, casi santas e inmaculadas); y otro, fuertemente político, en donde se deslizan ideas sobre la política, el pueblo, la nación o formas de gobierno.

La perspectiva de Adolph en LBA es, como en otras novelas, irónica y desmitificadora. Irónica, pues, por ejemplo, (al inicio del relato) y estando ya recluido tras su caída del poder, un joven seguidor le planteará a Lorenti, difundir sus ideas bajo la forma de una novela “de suspenso, de ‘thrillers’ con espionaje y sexo”, a lo que Lorenti responde convencido: “Hasta podrían hacer una película o una serie de televisión”. Con ello sutilmente se plantean dos cosas: la historia real se vuelve ficción; e incluso el “horror” de la dictadura terminará por convertirse en objeto de consumo masivo, en mercancía, y rentable, económicamente (pensemos en La vida es bella o en Holocausto, dos registros diferentes para narrar la realidad de los campos de exterminio). Realidad y ficción, entonces, se verán entremezclados a lo largo de LBA.

Candiles es un país cuya economía se basa en el tabaco, fundada como república en 1890 y no exenta de guerras civiles posteriores, pero con grandes similitudes actuales: “La policía es prepotente o indiferente con los pobres y atenta con los ricos, como en todas partes”. La ciudad es de herencia colonial y sus problemas internos nunca se resuelven, simplemente se traspasan de una autoridad a otra. Existen en Candiles dos universidades, una de ellas, la más poderosa, es en donde se forman y reproducen las castas políticas; la otra, la Universidad Nacional, será la que albergue al joven Lorenti.

Esteban Lorenti es descendiente de italianos. Recuerda que en su infancia se le diagnosticó como psicópata o sociópata potencial. Lorenti narra, además, que fue un gran lector sobre biografías sobre dictadores, lo que le permitió ver sus errores que evitará cometerlos cuando llegué al poder. Sus otros camaradas, curiosamente son también en su mayoría hijos de ascendientes extranjeros, lo cual es un guiño a la propia condición de Adolph como apátrida.

Lorenti define su país como un país de “haraganes o mentirosos o ambas cosas, en el que florecían la corrupción, la inmoralidad y la abulia (...) éramos caóticos y estrafalarios en nuestras supersticiones y en nuestra dejadez nacional”. Para Lorenti, Dios es una idea, una “superstición benevolente y socialmente aceptada”; y la democracia “ofrece decisión a los estúpidos porque los estúpidos son mayoría”.
Adolph, al criticar la democracia, y con ella, los ideales de libertad e igualdad modernos heredados tras la revolución francesa, no hace sino mostrar su visión desmitificadora de la democracia y de sus líderes políticos, pues como dice Lorenti, en la democracia “gana el que tiene más dinero” y las libertades en la elección “jamás han existido ni existirán”, con lo cual expresa su pesimismo. Para Lorenti, todas las dictaduras adoptan formas demócratas. La democracia centraliza el poder. Finalmente, la democracia es “la pieza más durable en la historia de la literatura fantástica (...) (un) cuento de hadas de consecuencias tan malévolas”, como dice Lorenti.

Algo constante en Lorenti será su obstinada y cerrada lectura del mundo que considera infalible y sin errores y que incluso trascienden la propia muerte, pues el germen de sus ideas podrán reciclarse en el futuro: “los delirios de una generación pueden ser hallazgos de otra posterior”, señala Lorenti, más adelante.
Una de sus ideas es clave de lectura de LBA: La gente, el pueblo, los “cachorros”, necesitan recetas simples para alcanzar la felicidad y exigen enemigos a quienes culpar por no alcanzarla; es decir, las personas necesitan una alternativa (¿acaso utópica?) un ideal, a la vez necesitan atacar a otro, que políticamente se formaliza un enemigo concreto: los gitanos, como causantes de todos los males (“Cámbiese ‘judíos’ por ‘gitanos’ y tendremos una analogía, señala Adolph en la nota del autor). El pesimismo (o lo real) nuevamente aflora: el odio hacia el otro es natural en el hombre.

La relación entre poder político y la religión es también clara en la novela. Así, se manifiesta la necesidad de contar con el aliado religioso para perpetuarse en el poder. La política de Lorenti es la de la mezcla, fomentar la inmigración masiva y la esterilización de las etnias atrasadas. Pero como demuestran los hechos: las buenas intenciones no sirven de nada. Se va creando, además, todo un aparato del Estado: Las Brigadas de Autodefensa, los Comités del Plato de Comida.

La bandera en alto, que da título a la novela, es el himno de batalla del movimiento que incluye las banderas negras con la escoba que barre a las “ratas” doradas, nos retrae a una novela anterior de anticipación: Mañana, las ratas (1984), novela política en el marco de la ciencia ficción, en donde las ratas, los “excluidos” del festín, llegarán al poder con su líder, el Cardenal Negro, y flamean también banderas negras hacia la toma del poder. Al parecer, no puede haber detentación del poder sin totalitarismos, parece sugerir el autor.

La historia del fracaso del gobierno de Lorenti es predecible: sufre una traición, lo cual le llevará a su caída; los empresarios deciden el destino político de Lorenti; los que antes apoyaron la dictadura, se lavan luego las manos, etc, etc. Todo ello parece apuntar a una historia ya conocida. Como alguna vez sugirió Fujimori entre líneas o como amenaza: “Sí se muestran todos los videos de Montesinos, toda la clase política peruana, desaparecería”.

Para Adolph, en esta novela brutalmente política, el horror no proviene necesariamente del espacio exterior, sino que anida en nosotros: en nombre de la libertad, se cometen y se seguirán cometiendo las peores atrocidades. “No he encontrado ninguna causa por la que valga la pena morir, salvo la libertad y la tolerancia, cosa que no va a funcionar nunca”, decía Adolph en el año 2003 (2003: 10).

Las últimas páginas de la novela son realmente magistrales. El pesimismo del autor nos lleva a pensar que todos los gobiernos que luchan por algún ideal terminan por degenerar y terminan cometiendo los mismos errores. Se trataría de una historia universal de la estupidez humana que se recicla y repite más allá del tiempo y de la vida humana.

En ellas, Lorenti reflexiona: “No fallamos en nada. El que fracasó es el mundo. Nuestro delito fue anticiparnos”, pero acaso no habría aquí un doble sentido, uno segundo referido al propio Adolph, consciente de ser un adelantado de su tiempo. Adolph dijo alguna vez: “Soy un hombre que tiene la esperanza de estar equivocado” (2000: 9).

LBA es una lúcida visión política del mundo moderno y de lo que nos espera, para los que aún transitamos en ella. Novela política o testimonio apócrifo, que solo revela las taras de la humanidad en torno a las buenas intenciones políticas, desde la ironía y la desmitificación del orden, del maestro Adolph, que en el paroxismo del pesimismo escribía en 1988: “Muchas veces he pensado que un peruano tiene que morirse para ser feliz” (“Ante la parca” 20/8/88). Sin embargo, dudando eternamente como él, pienso también que la felicidad era posible.

30 de abril de 2009


* Texto de presentación de la novela póstuma de José B. Adolph, La bandera en alto, leído el 30 de abril de 2009 en el Auditorio del Centro Cultural de España, en Lima.