jueves, 7 de junio de 2012

Juan Carlos Townsend. Regreso a casa. Lima: Maquinaciones, 2012. 133 pp.



Juan Carlos Townsend. Regreso a casa. Lima: Maquinaciones, 2012. 133 pp.

Obra maestra ****
Muy buena ***
Buena**
Regular *


Regreso a casa de Juan Carlos Townsend (Lima, 1964), es un notable libro de cuentos, una ópera prima cuyo título plantea un viaje imaginario hacia un mundo inicial, ubicado en el pasado, lleno de pesadillas y miedos. A simple vista, puede parecer reiterativo el abordaje al mundo infantil, pero simbólicamente regresar a casa provocará siempre inestabilidad y caos, no se trata necesariamente de un espacio de protección sino todo lo contrario, pues en él, irrumpen formas, signos y personajes al borde de la paranoia. Las acciones de los relatos se dan más en una dimensión mental antes que física. Es ahí cuando aparece una clave del libro: el tiempo (en el primer relato “Reversa” el tiempo no es más que una construcción artificial, porque el pasado, los recuerdos, la memoria, siempre termina por afectar el presente hasta cambiarlo o encubrirlo). La vida moderna, la vida del ser humano no es otra cosa que vivir encerrado claustrofóbicamente en ascensores, departamentos, vitrinas de exhibición, casas, oficinas, taxis o lo que fuere, mientras el tiempo continúa. Vivir es vivir imaginariamente en espacios cada vez más cerrados. En esas cárceles -como los presos- la única actividad posible es la de pensar. O soñar.

Así, en el texto “Escuela”, se narra desde la voz de un niño que evade una realidad obscena: los campos de concentración de Auschwitz, brutales campos de exterminio, en donde el personaje nunca pierde la inocencia frente a la crueldad de sus opresores: imagina que está en una escuela y que los torturadores son profesores (quizás podría invertirse el sentido y considerar que es un texto estrictamente mimético sobre la educación escolar peruana, pero no, amigos). Como dice el narrador: “Mamá diría que nada me altera nunca porque vivo en otro mundo, porque me encierro en mis juegos y en mis sueños (…) Abro los ojos cerrándolos y, con la sonrisa renovada me dirijo hacia [mi profesora] contento, mientras mis pies ampollados pisan la cámara de gas” (2012: 27-28). Al extrapolar la situación, lo que llama la atención no es la situación en sí misma, sino cómo el ser humano crea mecanismos para olvidar, para ficcionalizar las situaciones de su vida y seguir viviendo, como en –salvando las distancias- Lost Highway de David Lynch. Y al igual que en La vida es bella, interesa más la fantasía antes que la situación real.

De otro lado, en los textos de Townsend se observa las referencias al mundo de la tv., que grafica –inevitablemente- la enorme influencia de la cultura de masas en la narrativa peruana contemporánea. En otro texto breve, “Hasta que alguien venga” la conciencia de un pecado, de una mala acción de un crimen posible, hace que el personaje se quede estático, paralizado en la escena del crimen, esperando justamente que “alguien venga” a poner las cosas en orden y equilibrar los eventos. Lo perturbador no es la culpa (concepto tan arraigado desde la cultura religiosa) sino que, como señala el personaje, no haya existido motivo alguno para tal acción: la maldad pura y gratuita. “Epifanía” resume la necesidad de creer y crear a Dios perpetuamente. Estos dos últimos textos guardan cierta deuda con los Cuentos malévolos de Clemente Palma.

“Marcas”, uno de los mejores textos del libro, rinde un homenaje inconsciente (no lo sé) a dos cuentos de Ribeyro: “La insignia” y “Demetrio”. Un personaje en su vida universitaria, toma conciencia que empieza a aparecer una marca en todos lados, una frase ridícula “Pepe Palta”. El personaje siente que cada vez más el autor de la frase empieza a acecharlo cada vez más en todos lados, especula sobre los posibles autores, descartándolos uno a uno. En la escena final, encerrado en su cuarto y al borde de la paranoia que va in crescendo, espera solo la llegada del misterioso autor, que no es otro que él mismo. El texto funciona de maravilla, desde el cinismo y la paranoia, hasta el humor y el horror de descubrirse a sí mismo como otro. Queda claro que el texto trata el tópico del doble y el de la locura, pero ¿Podría haber una dimensión política en el texto (directamente ausente en el libro)? Es decir, esas marcas que aquí en el texto han sido metaforizadas como “Pepe Palta”, signo de la locura y duplicación del sujeto fracturado, ¿podrían acaso representar a SL en términos inconscientes? Nada más anómalo y necio que cualquier propaganda política (o publicitaria) para sentirse invadido, intimidado, orientado y controlado. Qué fueron sino los años 80, años marcados por la violencia política, cuyas marcas estaban dentro de las universidades y fuera de éstas, e invadían no solo a la capital a la nación con la violencia y el horror. Si se reemplazará la expresión “Pepe Palta” por aquella, tendríamos sin duda otro cuento, otra historia, otra realidad.

En “Coma”, se explora un miedo recurrente: el de la catalepsia o los estados catatónicos, pero lo hace desde un sujeto femenino atrapado en un maniquí. O viceversa: un maniquí que cobra vida mental. En “Ocaso” un cuento filiable a la ciencia ficción, nuevamente nos encontramos frente a un personaje paralítico, un humano modificado en sus partes corporales y transformado luego en héroe y finalmente en óxido, pero al final descubrimos que no es otro que un personaje de ficción animada, justamente en el ocaso.

Estos no son todos los cuentos del libro. Hay otros narrados en clave realista. De entre ellos destaca “Taxi”, un cuento hecho de prejuicios sobre la base de un contrapunto entre un conductor y su pasajero. Son historias urbanas que ocurren, pero que solo un narrador que conoce la psique humana puede hacerlo creíble. En un relato de miedo, pero también de humor. Ya no son necesarios los monstruos clásicos o fantasmas (aunque en “Piso 14” se narra un diálogo de fantasmas que ignoran su condición) y pesar de ello es un relato de miedo, como muchos otros del libro. Porque el miedo es posible en un “mundo de sombras y de soledad” (2012: 133) como en el cuento final “Regreso a casa”, ambientado en el tiempo bíblico de los infantes sacrificados por Herodes. Este cuento abre la posibilidad de regresar a la verdadera “casa”, al cielo, al paraíso. Sin duda, es un largo camino, porque paralelamente al camino de los santos, corren los caminos de los hombres que regresan a otras casas, a otros mundos, ignorando que el tiempo nos ha vencido ya, bajo el manto de la noche y el drama humano.


Elton Honores
Universidad Nacional Mayor de San Marcos