martes, 23 de julio de 2013

José Güich. El misterio del Barrio Chino. Lima: SM, 2013


José Güich. El misterio del Barrio Chino. Lima: SM, 2013

Obra maestra ****
Muy buena ***
Buena**
Regular *


Esta es la segunda entrega novelística de Pablo Teruel, personaje fetiche de José Güich (Lima, 1963). Si bien la trama es detectivesca y se estructura sobre las aventuras y elucubraciones del joven investigador para resolver el Misterio del Barrio Chino (en adelante EMBC), hay una subtrama, que corre en paralelo a la historia principal, que permite definir esta entrega como una novela de ideas. De ideas sobre lo peruano, por cierto, pero desde un punto de vista visceral: “Pan y circo como le gusta a los peruanos” (13); “Los peruanos solemos ser poco leales a nuestras promesas” (31); “en Perú todo está por hacerse” (65), esta última sentencia remite a la frase vallejiana de “Hay hermanos muchísimo que hacer”; “esos jóvenes limeños dados a la buena vida y al ocio que duermen toda la mañana (…)” (109), que alude a la burguesía inútil, parásita, ociosa, aquella que no sirve para nada o solo para empeorar las cosas; “¿Desde cuándo los peruanos se creían con derecho a llamarse civilizados cuando eran lo contrario?” (160). Así, EMBC es una novela con un trasfondo político, no son meramente decorativas sino que refractan una ideología, un punto de vista negro sobre la realidad. EMBC es esto y más, pero ¿dónde está el elemento fantástico? La novela tiene 3 entradas.

La primera es el elemento oriental. La cultura china, milenaria, oriental, exótica, arraigada en el espacio urbano de Lima genera cierto extrañamiento. Son los otros radicales. En EMBC habrá una reivindicación simbólica de la nación china excluida, esclavizada durante muchas décadas. Lo oriental ha sido construido imaginariamente como extraño, por ello es que en el cine se asocie frecuentemente lo chino-oriental a lo mágico y fantástico: el serial Shadow of Chinatown (1936) de Robert F. Hill, con Bela Lugosi; Phantom of Chinatown (1940) de Phil Rosen; ambas remiten a la tradición del cine de serie B; o films modernos como Chinatown (1974) policial de Roman Polanski; o Big Trouble in Little China (1986) de John Carpenter, de corte fantástico.

La segunda entrada es la ucronía. Si bien Güich construye su novela como un policial fantástico, mezclando géneros, enmarcada en un espacio-tiempo reconocible (1922), llama la atención esa leve alteración de la historia local sobre la base de la existencia no solo de Pablo Teruel sino de su diario El centinela, imaginado como el último bastión de la decencia política y periodística. Quizás no quede otra que imaginar que aún puede existir algo decente dentro de la podredumbre política.

La tercera entrada es el espacio fantástico, en este caso, el Callejón de Otayza, lugar histórico de hacinamiento de la comunidad china asentada en Lima. En la novela, además de evocar a este espacio políticamente incorrecto, conserva imágenes de eventos negativos. Es una suerte de gran archivo fantasmático que invade lo real, es una fuerza inconsciente como “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” de Borges, o mejor aún, La invención de Morel de Bioy Casares o XYZ de Clemente Palma.

El contexto ayuda a leer EMBC como novela política encriptada: la dictadura de Leguía, con el correspondiente chantaje, amenazas, la prensa aduladora, la represión estatal; es decir, parece que EMBC se adelanta a los hechos del aquí y el ahora. Es esta otra historia que corre en paralelo a la trama principal del misterio, que enfrenta a Pablo Teruel -anarquista, socialista y anticlerial- con las sociedades secretas y lo extraordinario.

Ese mundo intelectual limeño de los años 20 (Jorge Basadre, Raúl Porras Barrenechea, Luis Alberto Sánchez) referido en EMBC ansía la creación, construcción, reafirmación de aquellos como íconos y modelos políticos, de devolverle al intelectual un estatus perdido y volverlos “auráticos”, frente a la miseria de pensamiento y acciones de los nuevos monstruos.

También destaca la estrategia del policial clásico que desvía al lector con pistas falsas. Este tipo de relatos están ya codificados, así que si bien sabemos de antemano que Teruel será el héroe absoluto y saldrá victorioso, importa mucho más el cómo; por ejemplo en la escena de tortura, escena perversa que el narrador imagina: Teruel, secuestrado e imposibilitado de “ver”, escucha lamentos, a lo que el torturador responde: “Digamos que es parte de un sueño”. Nada más borgeano que imaginar que somos el sueño de otro, o que las fronteras entre lo real y lo no real se anulen y borren: he ahí el carácter subversivo de lo fantástico como ficción de lo imposible: inventar un mundo alterno, en el que lo imposible es posible.

Elton Honores
Universidad Nacional Mayor de San Marcos